31 de julio de 2011

Lo no percibido en política

Si pensamos que cada formación política se rige por una cierta sensibilidad, actúa de acuerdo a una percepción del contexto social que le permite ver algunos factores con nitidez, mientras que otros quedan para ella inadvertidos, ¿qué consideramos que hoy la mirada política no percibe?

La idea es que hay una complejidad de planos que componen lo social, que desde ninguna posición pueden ser vistos por completo. Lo propio de la acción es el estar situada y la situación abre un campo visual determinado. Esto no quiere decir que quien contempla la sociedad pueda ver más que quien actúa en ella, ya que es en el movimiento donde se supera la mirada estática y los procesos que componen lo social se hacen comprensibles.

El libro en el que está trabajando actualmente, el historiador Pablo Hupert describe cómo, desde el regreso de la democracia en Argentina, los gobiernos que se sucedieron tomaron como problema aquello que había puesto en crisis al gobierno anterior y, en cada caso, fue algo que no había sido advertido como riesgo lo que definió su final. En el ´83, Alfonsín asume con la certeza de que era necesario generar un armado democrático que evitara un golpe de estado, a través del fortalecimiento de las instituciones y la contención del poder de las corporaciones. Su derrota, sin embargo, vino de la mano del poder económico y las fuerzas del mercado.

En la década siguiente, Menem organiza su gobierno en función de las exigencias del poder financiero, con un discurso centrado en la idea de estabilidad económica. Había una percepción clara del peso político que tenían los elementos de la economía. Ese modelo, continuado por la Alianza, llega a su límite con la insurrección de la sociedad y la acción de los movimientos sociales que se expresa en los acontecimientos del 2001. Néstor Kirchner, luego, asume su mandato con la gente en la calle y con la certeza de que su gobierno sólo sería posible si incorporaba esos actores sociales al funcionamiento del estado.

Esta constante puede ser pensada como consecuencia de un error de perspectiva, por el cual –como dice Maquiavelo- los ejércitos se preparan para enfrentar al enemigo de la batalla anterior. También es factible que para cada gobierno fuera necesario interpelar a las fuerzas que habían desestabilizado al armado político que lo precedía. Lo sintomático es que –cada vez- los nuevos factores que arriesgan la gobernabilidad quedan desapercibidos.
  
En este sentido, nos preguntamos ¿qué es lo que el kirchnerismo no puede ver? Qué es lo que no ve este gobierno, que tiene en el centro de su mirada la potencia política de lo social. Para la gestión de las fuerzas de la sociedad, desde 2003 se dispuso todo un aparato estatal como dispositivo de escucha, de recepción de las demandas de los movimientos sociales. La gobernabilidad se construyó a partir de la articulación con las organizaciones, lo cual involucra una cierta destinación de los recursos públicos, a la vez que requiere una apertura al diálogo y una negociación permanente en los territorios.

Para el gobierno, el factor de riesgo es menos el poder económico o el poder de una corporación en particular (las fuerzas armadas, la iglesia, los sindicatos) y más lo es el clima social, la opinión pública, la voluntad popular. Por su incidencia en ese ánimo colectivo es que le obsesiona el tema de los medios de comunicación y no por los medios mismos en tanto corporación. Esa visión se evidencia en momentos como en 2008, durante el conflicto con el campo, cuando Cristina deja enseguida de referirse a la figura de golpe de estado para hablar de “clima destituyente”, donde el peligro no es que un grupo tome el poder sino que la gente desconozca la legitimidad de los políticos, que se quiebre la relación de representación.

Ahora, ¿cuáles son las limitaciones de esta mirada? ¿Cuál es su punto ciego? Las peripecias de la última elección en la Ciudad de Buenos Aires, ¿dejan advertir algo de lo que el kirchnerismo no ve? ¿Qué pasa cuando un espacio que cuenta con un apoyo indiscutido de las mayorías a nivel nacional no logra imponer su candidato a nivel local (y ni siquiera puede disputar una porción de los votos al partido opositor)? ¿Algo en la victoria del macrismo señala la insuficiencia de la mirada kirchnerista?

Una vez conocidas las cifras de la elección, Daniel Filmus dijo en su discurso que la campaña del FPV no había contado con el apoyo de los grandes medios de comunicación. Más allá de lo poco atinado del balance, ¿puede interpretarse que el triunfo de Mauricio Macri es, simplemente, el producto de una campaña mediática eficiente? ¿Puede reducirse el fenómeno del PRO a una imagen bien elaborada? ¿Dónde se juega la eficacia del macrismo? ¿Cuál es su construcción política?

El macrismo ganó en la zona sur de la ciudad, donde, días atrás, el gobierno nacional había intervenido con el plan de seguridad “cinturón sur”. En esos barrios hay una presencia importante del estado local, tanto por el andamiaje de los punteros políticos como por los planes de obra pública. Sobre esa estructura se montó la campaña electoral, con  inauguración de locales del PRO, volanteo, timbreo a “los vecinos”. Si, en contra de la idea de que Macri es pura producción espectacular, notamos que el trabajo en los barrios puede ser una variable central de su gobierno y una variable que no fue descuidada en su campaña, ¿podemos suponer que el poder territorial es algo tan determinante hoy en política que, allí donde no gobierna, el kirchnerismo no puede ganar las elecciones?

¿Será que no sólo el kirchnerismo puede hacer kirchnerismo? El macrismo en la ciudad está demostrando que el modelo de presencia territorial del estado y desarrollo de planes sociales puede perder su signo político. ¿Es posible que el modo de gobierno basado en la imbricación entre aparato estatal y organizaciones sociales forjado por el kirchnerismo sea neutralizado políticamente y absorbido como puro mecanismo de control de los territorios?

Quizás sea que hoy no se puede gobernar sin utilizar las formas políticas que creó el kirchnerismo. Como si a partir de 2003 se hubiese ido instalando un piso mínimo aceptable para la acción política. Ese piso responde a la conflictividad siempre emergente de lo social, que es la marca de esta época. En esta articulación entre lo social y lo estatal se revitaliza la noción de lo público, que aparece como el espacio que se crea, amplía y dirime en esa relación. Lo público se reinstala en el discurso político, como un tópico necesario de cualquier fuerza que se proponga manejar el estado.  

Macri, que llega a la política desde el mundo empresario, amparado en una idea positiva de lo privado, sin embargo, repite en su discurso las fórmulas educación pública, salud pública, espacio público. Por su parte, antes de las elecciones, Filmus dijo que sus hijos no van a la escuela pública. Los hijos del ministro de educación más importante del periodo kirchnerista van a la escuela privada. Dos posiciones: un empresario en el gobierno que apela a la importancia de lo público y un político con trayectoria de promoción/gestión de lo público que se reconoce no-usuario de aquello que provee el estado. 

Se da la particularidad de que aquellos que defienden lo público no son los que lo usan. Se crea así una ideología de lo público, que –en tanto dispositivo enunciativo- puede ser usado del mismo modo por un candidato que por otro. En ese plano, se vuelve inocua la denuncia del kirchnerismo a Macri por privatista. Cuando la defensa de lo público no es más que una retórica, esa es una denuncia que no tiene sustento.

Podemos entrever que la política actual se enfrenta al riesgo de confundir el discurso de lo público con la producción de bienes y espacios de uso público. En este punto, el desafío sería crear lo público no abstracto, que mejore concretamente la vida de las personas. De otro modo, los significantes políticos más propios pueden ser vaciados de sentido, fetichizados, utilizados sin que su uso implique ningún compromiso material o ético, ninguna consecuencia en el plano de las acciones. 

Asimismo, el hecho de que la política de presencia territorial pueda ser neutralizada, depurada de connotación ideológica, puede estar señalando un tratamiento despolitizador de las cuestiones sociales. Si se agota el diálogo/la negociación y en los territorios queda pura transacción económica, las políticas del gobierno no tienen por qué guardar un compromiso con las voces de los movimientos sociales. Si la articulación con los movimientos se basa en un intercambio económico sin interpelación política, el andamiaje social del gobierno se puede volver un mero dispositivo de control, que anula lo político antes que producirlo y que vuelve indistinto quién es el que lo aplique.

En estas instancias donde los modos de gobierno del kirchenrismo pueden ser utilizados por sectores de derecha sin perder eficacia política es donde quizás podemos empezar a identificar los puntos ciegos de su mirada.

2 comentarios:

  1. Desde el 83 hasta acá, solo el peronismo lograba resolver las crisis de gobernabilidad. A partir de lo que dicen en este post, pregunto: ¿se acerca una época en que las agrupaciones no peronistas pueden asegurar una gobernabilidad territorializada?
    Saludos!
    PH

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  2. pablo, es muy interesante la pregunta que planteas, por una gobernabilidad no peronista. a mí me parece que en el caso del macrismo, sin embargo, en vez de un no-peronismo, es más bien un reciclado peronista -con los restos del pj no kirchnerista- lo que dispone de un saber-hacer territorial para estos armados políticos. una suerte de peronismo subterráneo, pero potente e imprescindible para el micro-gobierno. podemos pensar el peronismo como un compuesto de flujos, donde conviven corrientes que van alternando su visibildad. así como en los 90 el peronismo más progre-estatista no podía definirse sin quedar asociado a figuras como ménem o duhalde, hoy el peronismo de derecha-filoempresario tiene que darse otras formas, armar otros espacios. la pregunta sería, entonces, quizas: ¿qué hay en el macrismo que no es peronismo? y ¿qué en el macrismo es expresión de la potencia del peronismo y momento de su despliegue?

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