27 de septiembre de 2010

taller de coyuntura

  1. Lo político
Una reflexión de Kant sobre la Revolución Francesa comentada muchas décadas después por Foucault señala cómo aquel gran acontecimiento obtuvo su valor y sentido más alto por la forma en que afectó los modos de sentir y pensar, la subjetividad, de las personas que asistieron como espectadores -y con simpatías- a los sucesos, y menos por la lógica con que se desenvolvieron en sí mismos los hechos empíricos (las refriegas, matanzas y decapitaciones). El “entusiasmo” con la revolución inaugura un plano de elaboración de lo político que no se agota con el “fracaso” o “éxito” de la revolución, sino que perdura justamente como acontecimiento que inscribe una posibilidad humana.

  1. La coyuntura
Podemos comprender lo político como el enlace entre acontecimientos empíricos y prolongaciones mentales, afectivas y pasionales en las cabezas (y en los modos de vida) de los “muchos”. La coyuntura, entonces, remite a un proceso en el cual lo que está en juego es el estado actual de las pasiones y las ideas que afectan de modo directo a lo colectivo, configurándolo; proceso que al mismo tiempo ensancha –otorgando un sentido- los hechos empíricos que, en sí mismos, carecen de nobleza o indignidad alguna. La coyuntura implica una “actualización” del proceso/acontecimiento y se nos presenta, con sus luminosidades y sombras, bajo el vértigo o la apatía.  El vértigo, podríamos decir, se corresponde con el hecho de que la coyuntura actualiza un acontecimiento (la inscripción de una posibilidad humana). Lo que Foucault y antes Kant llaman “revolución” (sin quedar fijados a una determinada imagen de revolución). La apatía enraíza en el sentimiento frustrante de su esterilización. ¿Hay realmente “coyuntura” en momentos de planicie tan definida?

  1. Argentina
Podemos presentar una serie de secuencias de la política argentina que, siendo ya “históricas”, determinan la imaginación (y por tanto la “coyuntura”) de nuestro presente. Bosquejo de periodización: I. La radicalización de masas. Con sus dos grandes secuencias: a. la radicalización del peronismo fuera del gobierno a partir del año 55, que se prolonga dramáticamente hasta la muerte de su líder; b. los años setentas (entendidos como convergencia de procesos de radicalización: el peronismo, el clasismo, las organizaciones armadas, la juventud, etc.). II. La fase neoliberal, que tiene dos grandes secuencias políticas: a. La  dictadura (fin de juego, la refundación); b. El juego del sistema de los partidos (1983-2001). III. La crisis, la aparición de “máquinas de guerra”: un nuevo protagonismo social capaz de destituir la legitimidad política neoliberal (2001/2003). Y nos detenemos aquí para preguntarnos: ¿constituye la era k un nuevo período de “restitución de lo político” entendido como reposición del estado, o se trata más bien un primer sub-período que se despliega al interior de un espacio-tiempo determinado por la irrupción de la crisis del 2001 y sus nuevos protagonismos?  

  1. Taller
¿Existe hoy una verdadera “coyuntura política” en la Argentina? ¿Qué es lo que se con-yunta en ella? El hecho de no responder a priori esta pregunta abre a la dinámica de taller. Un taller es el despliegue de esta y de otras preguntas, bajo el modo de interrogantes operativos: ¿cómo leer los hechos empíricos del acontecer colectivo? ¿Existe una unidad de sentido entre ellos? ¿Es posible encontrar en el flujo tumultuoso de los hechos algún criterio que habilite el procedimiento de la selección de aquello que es significativo respecto de todo aquello que no lo es? ¿Y es posible aunque sea soñar con un “método” apto para semejante trabajo de la inteligencia?

Algunas coordenadas a tener en cuenta.

a. –la determinación  del espacio-tiempo de la coyuntura. Durante décadas se ha pensado una identidad rigurosa entre coyuntura política y espacio-tiempo del estado nación, así como desde un ángulo crítico se dividían las categorías clásicas (estado, comunidad) a partir de la noción de clase. Durante ese período, lo nacional encontraba su complemento en lo inter-nacional, como el “afuera” con que el estado nación debía relacionarse, operando en sus asimetrías (colonialismos, imperialismos). Y la conflictividad era atribuida, desde las perspectivas críticas, a la noción de clase (y sus variantes: clase autónoma, clase internacional, clase-nación, clase-pueblo, etc.).  Las situaciones políticas que habitamos, en cambio, no refieren de modo fijo a un único espacio-tiempo dominante, y se caracterizan por: I. una realidad propiamente global (que no es sinónimo de internacional) en la que las realidades regionales y locales enriquecen y desmultiplican la dinámica estatal-nacional como instancia monopólica de organización del sentido en un territorio y en un lapso de tiempo determinado (actores transnacionales son tanto los capitales financieros como los flujos migrantes; las dinámicas mediáticas (y virtuales) de comunicación-información en tanto nuevas formas de protagonismo de sectores sub-alternos por fuera de las lógicas dominantes del partido y el sindicato, etc.). Y, a la vez, la política misma se presenta como dinámica compleja, con dimensiones “macro” (las fuerzas representadas, organizadas, establecidas y sus conflictos) y “micro” (dinámicas “irrepresentadas”, nacientes y aún fuera de código, eficaces sobre todo en tanto incomprensibles para las lógicas macropolíticas establecidas), interrelacionadas de modos variables.
 
b. -¿cómo se identifica a los actores de la coyuntura?, ¿se trata de los partidos políticos; del príncipe y sus consejeros; del la voz autorizada del analista-consultor, del empresariado y sus redes; del llamado “cuadro” político y su capacidad de crear estructuras de poder; del periodista “serio”/ “columnista” de los grandes medios que ofrece racionalidades para orientarse en el caos de las noticias; de los movimientos y organizaciones sociales que crean su propio mundo de valores y de representaciones; del puntero y su aptitud para crear sistemas de fidelidades territoriales; del militante social y sus formas del compromiso y de inmersión en las demandas colectivas insatisfechas; de los gestores de diferentes instancias que intentan articular acciones complejas; de las redes virtuales y de la llamada “gente activa”, que compite con las viejas estructuras; de las asambleas de todo tipo y color; de los sindicatos (y sus versiones más o menos empresarias, o combativas), de la(s) iglesia(s), de las llamadas “corporaciones” y sus sistemas más visibles o invisibles de presión, de los “intelectuales” y sus influencias sobre determinados actores, de sus pronunciamientos públicos (más o menos inclinados a las reglas de los medios); de los llamados “referentes” sociales “creíbles”, que organizan demandas ruidosas a partir del puro padecimiento; del “movilero” cuyo sentido común y lenguaje se generaliza como el aceite; de los agentes financieros que una y otra vez delimitan los poderes soberanos de los países, etc.?

c. -el problema de la información, necesaria para que el pensamiento trabaje, que se active (o se detenga). Una hipótesis: cada modo de protagonismo, cada tipo de activismo, produce un tipo de información y una trama interpretativa relativamente propia. Otra hipótesis: los medios de comunicación, juzgados en general a partir de los intereses de la empresa propietaria de la que dependen se rigen por una “razón mediática” –universalizada- que articula la capa visible mayoritaria (nunca exclusiva o excluyente: basta ver el mundo de internet, de las asambleas, de los territorios, las redes bancarias, las instituciones para encontrar otros planos determinantes de circulación de la información política) en la que circula la información colectiva. La dinámica mediática, que penetra hondo, creando un tipo determinado de espectador, y de percepción de la realidad, está ella misma inscripta en una lógica informativa más amplia, que pretende modular –con éxito variable- cada vez.

d. -el sentido. La mera suma de hechos no alcanza para pensar una situación. La situación constituye un territorio en el cual los hechos se refieren de manera significativa. La coyuntura, podemos suponer, implica un enlace de situaciones (o configuración de una situación propiamente política). Los sujetos, la información, el tiempo-espacio son dimensiones de la situación política, o del proceso político, cuyas caras o presentaciones llamamos “coyuntura”.

Lo dicho nos autoriza a enunciar que: I. No siempre hay coyuntura política; II. La coyuntura depende/habilita pensamiento político; III. La coyuntura expresa un proceso; IV. La premisa para habitar una coyuntura es “estar” en ella; V. pensar la coyuntura en inmanencia es un modo de estar en ella de modo activo, construyendo los criterios para interpretarla; VI. Que el acto político contiene de modo implícito una interpretación de este tipo que afecta los modos de ser de lo colectivo; VII. Que las mutaciones políticas de los últimos tiempos afectan de modo decisivo tal régimen de interpretación/acción y VIII. Que la información que brindan los medios es un elemento entre muchos otros, y no uno privilegiado, para organizar los sentidos colectivos.  

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