Cuando se produjo el 17 de octubre de 1945 Leopoldo Marechal estaba cuidando a su mujer en su larga agonía. Se encontraba en su departamento de la calle Rivadavia cuando de repente le llegó un rumor que crecía, luego pudo escuchar con claridad: “Yo te daré/te daré Patria hermosa / Te daré una cosa/ una cosa que empieza con P/ Perón”.
Se vistió apresuradamente y bajó a la calle, sumándose a la multitud que se dirigía a la Plaza de Mayo: “Vi, reconocí, y amé a los miles de rostros que la integraban: no había rencor en ellos, sino la alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder. Era la Argentina “invisible” que algunos habían anunciado literariamente, sin conocer ni amar sus millones de caras concretas, y que no bien las conocieron les dieron la espalda. Desde aquellas horas me hice peronista”.
Marechal reconocía que no era hombre de acción sino de contemplación y meditación no tenía condiciones de político militante pero decidió con sus hechos y palabras declarar públicamente su adhesión al movimiento, y respaldarlo con su prestigio intelectual que por aquellos años era mucho. Eso le valió el repudio de los intelectuales que no lo hicieron y que decretaron su “proscripción intelectual”.
Participó activamente en la campaña electoral que llevó a Perón por primera vez a la presidencia. La campaña se realizó con escasos recursos, con carbonilla para escribir en las paredes, con concentraciones populares y algunos espacios en radio para los cuales Marechal escribió unos veinte monólogos humorísticos.
Su segunda función consistió intervenir en cuanto pudo y le pidieron en la formulación teórica del peronismo. Este movimiento actuó en primera instancia y realizó después su formulación doctrinaria: “Porque una revolución que no defiende y enseña su doctrina comete un acto de suicidio”, según expresaba Marechal.
El texto pronunciado por Perón en su discurso al cierre del Primer Congreso de Filosofía celebrado en Mendoza en 1949 lleva el sello del pensamiento de Marechal, presentación que luego fue publicada en un libro que se tituló “La Comunidad Organizada”.
Nunca, ni aún en los años más duros ocultó su adhesión política: “Como sistema político económico social, yo diría que el justicialismo es perfecto: se basa en una doctrina de “tercera posición”, ubicada entre un “capitalismo” agonizante y un “socialismo” extremo que lucha todavía, creo que inútilmente, por adaptare al rigor abstracto de las teorías a la contingencias de un mundo real y concreto, y que se desdice y agota en esa lucha estéril. Por el contrario, el “justicialismo”, lejos de fomentar una “lucha de clases” en verdad suicida, trata de armonizar y jerarquizar las “clases” entre sí, para que cada una cumpla la “función” que le es propia en el organismo social, porque cada “clase social” no es un conjunto de hombres agrupados arbitrariamente, sino una función necesaria e inalienable que debe jugar con las otras en armonía y sólo teniendo en cuenta la salud del organismo social”
Y se entusiasmaba al afirmar: “En el caso del “justicialismo, con abstracción de sus muchos aciertos y sus muchos errores, se logró lo más grande que podía conseguirse entonces: el esclarecimiento y puesta en obra de una “conciencia nacional y popular”. Se logró, en suma, convertir una “masa numeral” en un “pueblo esencial”, hecho que tuvo, tiene y tendrá consecuencias muy previsibles. Fácil es advertir que desde 1955, con ausencia del justicialismo, esta nación es ingobernable como no sea por la policía o la “metapolicía”, término que acabo de inventar…”
Pero Marechal siempre estuvo abierto a un espíritu crítico que también aplicaba al Movimiento al que adhería, no eludía señalar errores: “Entre los errores del justicialismo en su primera encarnación, no pocos se redujeron a “exteriorizaciones irritantes” que se debieron y pudieron evitar. Su mayor error a mi juicio, fue el de haber realizado una revolución “a medias”: una revolución debe ser integral, porque, si se hace a medias, en la otra mitad no tocada subsisten anticuerpos que la derrotarán al final. Y lo comprobamos en 1955”
En otro reportaje decía: “El movimiento me ignoró. Y lo justifico, porque estaba sobre todo preocupado por solucionar problemas económicos más perentorios. No creo, desde luego, que se deba hacer eso; una resolución debe solucionar todos los problemas paralelamente. Y se produjo un hecho muy curioso: la intelectualidad argentina, antiperonista en su mayoría, y que me conocía bien, personalmente, me excluyó de su seno. Por otro lado, los peronistas prácticamente ignoraron mi existencia: ponía el acento sobre los aspectos populistas de la cultura”
Marechal cuestionó que se usara a la orquesta del Colon para tocar tangos o el escenario del Colón para representar el Conventillo de la Paloma.
En tanto el 21 de octubre de 1965 en Confirmado decía: “Soy peronista. El peronismo, que fue cristiano, digan lo que digan, transformó una masa numeral en un pueblo esencial. Hay un vieja y pequeña Argentina, representada por la oligarquía, que se obstina en no terminar de morir. Pero todo mejoramiento social que no se funde en la caridad crística ni puede crear una felicidad trascendente.”
En el mismo número de la revista afirmaba: “A mi me interesa todo movimiento de liberación social. En concreto, como latinoamericano me interesa la liberación de las trabas que nos impone el imperialismo yanqui. Pero la verdadera trascendencia la visualizo como metafísica y sólo viable mediante Cristo”
En 1967 decía en un reportaje realizado por Francisco Urondo: “…yo no era un político; era un adherente y un combatiente. Fui, soy y seré peronista. Me sigo sintiendo peronista. Para mi el justicialismo es la única solución para la Argentina. Incluso los países socialista están encontrando su solución en la tercera posición que siempre alentó el justicialismo”.
Fuente: El Forjista
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