Frente a la impotencia política del resto de los sectores partidarios desde mediados del siglo pasado a esta parte, se ha extendido la idea de que la política en Argentina se hace dentro del peronismo. En un entorno de sectores políticos mayormente pasivos o reactivos –desde la UCR a la UCD o al trotskismo- el peronismo se sitúa como la fuente de lo político, cuya relación interna de fuerzas iría determinando la cualidad de cada período en el país. A contrapelo de esta mirada, sostendremos la hipótesis de que la dinámica interna del peronismo proviene de su contacto con un afuera y su singularidad consiste en la capacidad de variación ante esas fuerzas externas.
Cuando decimos afuera nos referimos a partidos políticos y otros actores macropolíticos, pero también a expresiones infrapolíticas, modos de hacer y de pensar que nacen en lo social sin una correspondencia necesaria a nivel partidario-estatal. Todo ello conforma un afuera con el que el peronismo nunca deja de medirse, hacia el que nunca deja de mirar. Desde este punto de vista, cuando se afirma que la vida política argentina se da dentro del peronismo, sería preciso agregar que la vitalidad del peronismo depende de unas expresiones que surgen afuera suyo y en relación con los cuales éste va variando.
Podemos identificar, al menos, dos dinámicas según las cuales se da esta variación: la interpretación de tendencias locales y la traducción de tendencias internacionales. A nivel local, el peronismo es un gran lector de fenómenos populares que no necesariamente surgen en su interior, pero a los cuales es capaz de percibir y tomar como propios. La gran virtud del peronismo es la flexibilidad que tiene para leer los modos de vida que se desarrollan en el país y para mutar de acuerdo con ellos. Se trata de un estilo, de una forma de actuar, cuyo gesto original puede encontrarse en la asimilación que hace un militar nacionalista como Perón de elementos que el anarquismo y el socialismo venían desarrollando en Argentina desde principios del siglo XX.
Ese modo de constitución volverá a hacerse visible al inicio de cada gran etapa del peronismo posterior a la muerte de Perón, del que nos ocupamos ahora: en el menemismo, en el kirchnerismo y, también, en el cafierismo, en tanto proyecto frustrado de recomposición del peronismo a partir de la lectura del clima social gestado en los últimos años de la dictadura. Lo que para Perón fueron los movimientos obreros de principios de siglo, para Kirchner fueron los movimientos piqueteros y las organizaciones sociales casi un siglo después. El kirchenrismo se constituye escuchando momentos no peronistas de la Argentina del 2001.
Bajo esta misma fórmula se puede entender la inflexión del peronismo en los ´90. El gobierno de Ménem se basó en una lectura de un éthos antiestatista y privatista ya desarrollado en la sociedad. El menemismo no neoliberalizó a la Argentina: leyó la neoliberalización de la Argentina y la reconstituyó como modelo de gobierno. Asimismo, el kirchnerismo no llevó la politización a los movimientos sociales sino que leyó la politización de los movimientos sociales y la convirtió en una particular síntesis política.
El peronismo es el arte de la producción de gobernabilidad a partir de una sensibilidad social que se conjuga con las tendencias políticas internacionales de la época. En los ´90 ese clima internacional estaba signado por la confianza en las fuerzas del mercado, a las cuales el estado debía promover y dejar hacer. En la década posterior, el fracaso del modelo liberal impulsó a varios movimientos y gobiernos de la región a recomponer determinadas funciones del estado junto con una rearticulación de lo social.
La distancia entre menemismo y kirchnerismo es subrayada por los sectores opositores como síntoma de la inconsistencia del peronismo, mientras que para los afines con el gobierno evidencia el carácter rupturista del período iniciado en 2003. Cuando en el peronismo cambian las direcciones, los personajes, los proyectos políticos, ¿qué es lo que se mantiene como dándolo continuidad? Una forma de actuar, una cierta astucia, un determinado modo de composición. Los protagonistas no son los mismos, los liderazgos van cambiando, pero se comparte una habilidad muy aguda de escucha y una voz que parece decir, a través de los distintos discursos, “mientras haya capitalismo, en Argentina sólo el peronismo lo hará vivible”. Las otras fracciones políticas no tienen ni la flexibilidad ni la sensibilidad suficiente para lograrlo.
Hacer vivible el capitalismo. Hacer gobernable lo social. Hacer política con lo que hay. Entre esos márgenes se despliega el campo de acción del estado para los distintos peronismos. Lo social se sintetiza desde lo estatal, y lo estatal se vuelve permeable a lo social. Esa traducción va definiendo la anatomía del peronismo, va marcando sus tiempos. Ningún sector peronista en el gobierno queda fuera de ese movimiento, sino que se van reordenando los protagonismos. Los personajes más desactualizados, muchos de los cuales conservan hace décadas el poder en las provincias y los municipios, adaptarán el discurso y ajustarán sus prácticas tanto como sea necesario para la reproducción de ciertas dinámicas a nivel territorial-local, al tiempo que otros sectores se reconvierten o emergen con una actualidad impensada.
La alineación de los sectores internos con la tendencia vigente en el peronismo tiene como límite la alteración de esas dinámicas locales de poder que se intenta resguardar. Está poblada de resistencias, negociaciones y conflictos, en los que parece encontrar hoy el kirchnerismo -tanto según la lectura que hacen sus propios cuadros como la de algunos analistas políticos- su mayor límite. ¿Cuáles son las condiciones de esa alineación interna? Estos grupos que permanecen en el poder mientras el peronismo muta, que sobreviven a las variaciones, este peronismo mutante pero perenne, ¿no expresa la dinámica más profunda del peronismo? Cuando lo que prima es la conservación del poder, cuando la variación es un recurso para seguir en el gobierno, ¿puede hablarse de una disputa entre sectores del peronismo que sea radical?
Esta polarización histórica que se debate hacia el interior del peronismo entre sectores de izquierda y sectores de derecha ¿puede zanjarse sin destruir el peronismo? Si pensamos que el kirchenrismo será más largo que el peronismo, podríamos ver a los poderes locales conservadores como focos de resistencia al cambio, que irían siendo disueltos. Si, en cambio, el peronismo fuera a tener una duración mayor que el kirchenrismo, se trataría de un movimiento capaz de regenerarse desde lugares heterogéneos y aparentemente contradictorios. Nadie permanecería agazapado resistiendo al cambio, sino que cada uno desde su lugar estaría haciendo los cálculos necesarios para seguir reproduciendo su espacio de poder.
En los ´60 se publica en la revista «La Rosa Blindada» un debate entre John William Cooke y León Rozitchner. El primero sostiene que el peronismo es la expresión política de la clase obrera revolucionaria, que en la radicalización de su propia experiencia posee un horizonte socialista. Para Rozitchner, en cambio, Perón es un líder militar que se constituye –ante el desafío de las izquierdas- con el objetivo de vencer sin el uso de las armas a la clase obrera en el país, haciéndose jefe de ellas. En un caso, el peronismo es visto como una forma disponible para ser moldeada por la praxis popular, en el otro, como un molde que contiene y limita esas fuerzas de lo social.
La capacidad del peronismo de no quedarse plegado en lo que es, encerrado en sí mismo, sino de estar todo el tiempo leyendo mutaciones sociales, a las que interpela y se reconstruye al calor de esa interlocución, da cuenta de que hay un costado peronista sobre el que el peronismo se recuesta y otro costado que es no-peronista. Podemos pensar que junto al alma configurante del peronismo –que sostiene su receptividad y su flexibilidad ante el afuera- hay un alma conservadora, que lee todo fenómeno externo como algo que puede incorporarse a la propia tradición. Si hay mutación, entonces la pregunta que subyace es ¿activada por quién? ¿qué define su dirección? ¿dónde encuentra su límite?
Apéndice (comentario de Adrián); Peronismo entendido como movimiento religioso
No escasean las interpretaciones sobre la naturaleza del peronismo, pero se puede hablar de un consenso sobre que el mismo excede con mucho los límites de un partido político clásico.
Una palabra que se ha usado para referirse al peronismo es Movimiento. Me parece más que acertada y redoblo la apuesta. Propongo entender al Peronismo como un movimiento religioso.
Una forma de entender una religión, más allá de las instituciones ostensiblemente religiosas o los dogmas sostenidos, es la de un conjunto de creencias e intuiciones sobre los hombres, el mundo, lo divino que, cuando son creídas firmemente, funcionan como guía para la acción individual y colectiva. Esto está cercano al concepto islámico de Din, religión como forma de vida integral, pero esta concepción no es ajena al modo occidental de entender la vida religiosa.
De un acuerdo entre creyentes sobre esas intuiciones puede surgir una multiplicidad de actos, instituciones e incluso dogmas diferentes. La noción de Tawhid, la unicidad de Dios en el islam, dio forma a multiplicidad de formas de vida, comunidades y creencias, todas diferentes y aun así inconfundiblemente islámicas. El Catolicismo puede contener dentro de sí al Opus Dei y a los curas del Tercer Mundo. Es esta unidad en la multiplicidad lo que caracteriza esta concepción de una religión.
Más allá de las instituciones partidarias, de programas de gobierno, incluso de la mística generada por sus figuras y rituales (que serian el camino fácil para encontrarle elementos religiosos al peronismo) es posible concebir al peronismo como un conjunto de intuiciones sobre el Pueblo, el estado, el país, el poder, etc. y un estilo de relacionar todos estos elementos y de habitar el país. Esta cosmovisión compartida es la que le da una cohesión al peronismo que sobrevive a cismas, divisiones y enfrentamientos sangrientos. Es también lo que hace tan distintivo al pensar y accionar peronista del de otras vertientes políticas, como la liberal y la de las izquierdas marxistas.
Considero que entender al peronismo como una cosmovisión cuasi-religiosa distintiva que a su vez genera multiplicidad de acciones, instituciones y formas de vida, diferentes pero emparentadas, es un camino fértil y de gran poder explicativo para aprehender dicho fenómeno político.
que peshá de leé
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