Nos preguntamos qué es la organización política en la actualidad y nos propusimos responderlo sin limitar la idea de organización a la noción clásica de militancia. Nos referimos a la organización en lo que coincide con las instituciones políticas tradicionales, como los partidos, los órganos del estado o los sindicatos, pero también a todas aquellas organizaciones que divergen de ese nivel institucional más clásico. Observamos otros procesos que exceden esa idea tradicional de acción política.
Lo primero que nos surge es la imagen mayoritaria de la formación como sustento de la organización, propia de las militancias de izquierdas (peronistas o no). Los espacios de formación teórica de los partidos funcionan como dispositivos de sistematización-estabilización de criterios para leer, interpretar y dar sentido a la acción. Por otro lado, nos encontramos con ejemplos de intervención territorial que asumen el rechazo de todo orden previo que delimite sus prácticas. Lo que hay es menos un proyecto acabado que una intención en movimiento, una apuesta a que el sentido de la acción se vaya delineando en la acción misma.
Mientras que en el partido la reflexión teórica sobre medios y fines es una dimensión fundamental de la organización, en estos grupos aparece un elemento diferente, que surge de suspender toda expectativa de redención como condición para la experiencia. “No se trata de transmitir, ni de incluir, ni de aconsejar, ni de salvar, ni de emancipar a los pibes y pibas”, dice Barrilete Cósmico para describir la ética que traman sus tardes de juegos y mateadas en las cercanías de las estaciones de tren del oeste conurbano. Se trata, más bien, de construir una relación, de disponer los cuerpos a que algo pueda darse, a que algo del orden del encuentro pueda tener lugar.
La acción (política, agregamos nosotros. Tal vez más abajo llamemos a esto “infrapolítica”) no es concebida como el camino a transitar entre la situación existente y el orden cosas deseado. No hay una “sociedad” que se pretenda construir ni una finalidad a la que subordinar las variables del presente. El horizonte de la acción es el que impone el hacer mismo, un horizonte menos trascendente que intenso, ligado a lo puede el encuentro. Una política sin fines, por fuera de toda racionalidad teleológica, en la que vemos resonar la tonalidad política que en el 2001 llenó las calles, caracterizada por un agnosticismo respecto de los grandes objetivos.
No se construye tal o cual visión de la realidad, se participa de las formas de vida circundantes, junto con los modos de hacer cotidianos. La pegunta no es ya cómo transformar el mundo, sino cómo ampliar las dinámicas de libertad en una situación concreta. Las situaciones de vida no se descartan por malas o por injustas, sino que se piensan como escenarios de acción, al interior de los cuales pueden crearse espacios de libertad.
En otra experiencia en el mismo sentido, acerca de los talleres textiles clandestinos, encontramos el planteo de la socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui sobre la necesidad de crear espacios de ética al interior de las situaciones de ilegalidad. “La contaminación que nosotros manejamos no puede ser digerida por la moral de la izquierda (…) Si no entiendes a la policía y a las mafias por dentro, tu escudo moral resulta inocuo”.
Hay una renuncia a un orden moral andamiado por valores trascendentes, una renuncia que afirma la micropolítica como ética. Y, si bien se puede pensar a esta política infra como la dimensión de la que parten las líneas que luego la macropolítica retoma, en estos casos lo que se expresa es, más bien, una no-traductibilidad. Son prácticas que más que hablar el lenguaje de la política instituida, lo interrumpen, lo obligan a volver sobre sí, a ver sus propios límites. Tanto Barrilete Cósmico como los grupos que se organizan en torno al trabajo en los talleres textiles tienen poca posibilidad de construir grandes consensos, de operar como actores de la política macro. Sin embargo, tienen una gran potencialidad de afectar otros niveles del orden maquinal de la ciudad.
Cuando, desde su práctica singular y situada, estos grupos dicen “trabajo” (en torno a los talleres) o “infancia” (en la experiencia de Barrilete) se hace referencia a un universo mucho más complejo que el que estas nociones expresan para las organizaciones políticas y sociales tradicionales. Iluminan una dimensión de práctica de lo que es ser chico/a o ser trabajador/a que los conceptos instituidos no dejan ver. La persona que trabaja en un taller textil clandestino se encuentra por fuera de la figura del trabajador que sostiene el sindicato o el partido. Los pibes y las pibas que desarrollan una relación directa con el mundo y con los que estrecha un vínculo a partir de un picado no es reconocible en el estereotipo de niñez que proyectan la institución escolar, o bien ciertas militancias sociales avocados al asunto.
Un ejemplo de organización que transitó desde un orden al otro de la política (de “infra”, a “macro”) puede ser el de Madres de Plaza de Mayo. En su comienzo no se trató más que de salir a la calle para decir/mostrar algo. Un grupo de mujeres que se reúne en la plaza principal de la ciudad, frente a la Casa de Gobierno, para pedirle al estado que informe de sus hijos y sus hijas desaparecidxs. Que se reúne cada jueves a la tarde para expresar con su presencia algo que en el discurso político de la época era imposible de decir. En este salir a la calle sin un programa político previo, no se parte de fines o medios ponderables dentro de la política existente. Es un salir a la calle que abre un espacio de libertad, que escande el lenguaje político disponible (“nuestros hijos nos parieron”, suele decir Hebe de Bonafini).
¿Cuál es la variación enunciativa que posibilita este verdadero acontecimiento político que fueron las Madres de plaza de mayo entre fines de los años 70 e inicios de los 80?: la alteración (no violenta) del régimen discurso en torno a la guerra en curso, la declaración de un estado de excepción continuo y permanente, es decir, la recusación de la vigencia de la ley mientras “nuestros hijos no aparezcan vivos”: mientras no estén, no se puede aceptar la ley. La irrupción de esta enunciación conmociona el orden político (político-militar) y abre un nuevo campo de significaciones, en que nuevas cosas comienzan a ser dichas. Se puede pensar que hace unos años las madres de plaza de mayo actúan en un nivel diferente, un orden macropolítico, expresando cada vez más a sectores que se involucran en la apuesta abierta por el gobierno actual.
¿Qué es lo que diferencia una perspectiva infrapolítica de otra macropolítica? ¿Se trata de una diferencia de alcance, de escala? ¿o se trata de organizaciones y modos de eficacia sustancialmente diferentes?¿podemos pensar en una diferencia en los modos de intervención en una cierta situación, una diferencia de modo de enunciación? Estamos tentados en pensar que la macropolítica habla “de” todos pero no habla “a” todos, mientras que la infrapolítica no habla “de” todos pero habla “a” todos, será así?
En el próximo encuentro intentaremos elucidar cómo funcionan las organizaciones en un contexto mediático.
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