Gustavo Grobocopatel para La Nación / 2 de mayo de 2012
Puede interpretarse por desarrollo sustentable (DS) una forma de progreso inclusiva de la sociedad. "Progreso para Todos" fue el lema de la reciente Cumbre de las Américas. Es decir, asumo que el DS incluye la mejora
en la calidad de vida, mejores indicadores de felicidad, mayor
capacidad de satisfacer necesidades, mejores niveles de educación y
salud, y más oportunidades para los que las deseen, aspecto que
requiere mayor capacidad para entender el mundo, su dinámica, sus
oportunidades y sus desafíos.
Es sustentable porque estimo que el tiempo no degrada este proceso, lo mejora y lo proyecta con más amplitud. Podría asumir que el DS
significa un bienestar creciente, más amplio y sin fronteras para la
humanidad en su conjunto y para cada uno de sus integrantes. Por
otra parte, entiendo que el DS puede significar cosas diferentes de
acuerdo con las culturas, el estadio de una sociedad o el paradigma
predominante en ella.
En este contexto, creo que hemos desarrollado un concepto de bienestar, y por lo tanto de DS, con
estándares derivados de la sociedad industrial, con un patrón de
consumo y hábitos determinados, con la propiedad de bienes como centro
de la satisfacción. Cada
ser humano demanda una casa, una heladera, un auto que utiliza
combustibles fósiles, prefiere comer proteínas o utilizar aceites en
lugar de cereales u hortalizas. A este ritmo, si
sigue incorporándose una parte importante de la población mundial a
estos estándares de consumo, necesitaríamos muchos planetas para
satisfacer estas demandas. No alcanzarían las tierras disponibles para
producir más alimentos, ni los minerales, ni el petróleo, ni otras
fuentes de energía. Sólo un ejemplo: un consumidor estadounidense
consume dos veces más energía que un europeo medio y cuatro veces más
que un latinoamericano medio. El debate del DS debe incluir una
profunda reflexión sobre estos puntos, ya que no hay modo de que se puedan resolver los problemas que ocasionaría este aumento en el consumo de bienes.
Sin embargo, el tránsito de la sociedad industrial a una sociedad del conocimiento trae buenas noticias en varios de estos aspectos. En principio, estamos
caminando rumbo a una sociedad donde la tendencia es que los bienes se
compartan, donde la satisfacción pasa menos por utilizar objetos
materiales y más por las experiencias, por el consumo de servicios
antes que de productos. Es decir, una sociedad que se oviliza más por el control de flujos que por la propiedad de stocks.
Tener una PC e Internet ya aparecen como una necesidad más importante que la de tener un auto en ciertas geografías y segmentos de la sociedad. De profundizarse esta tendencia, observable en las sociedades más avanzadas, probablemente, estaremos frente a un cambio en los hábitos de consumo.
En los temas vinculados con los agronegocios, seremos testigos de un cambio fascinante, ya que cada vez más las
plantas se utilizan como biorreactores, y no sólo producen alimentos
(proteínas, hidratos de carbono o fibras), sino variadas formas de
energía, enzimas industriales, plásticos o medicinas.
En consecuencia, estamos frente a pequeñas
"plantas industriales" o una "industria verde" que utiliza energías
limpias y renovables, como la solar, donde las hojas son una especie de
eficientes "paneles". Estas "fábricas" tienen diseños originales
que vienen en un chip, que es la semilla, y que determina las
características de ellas; en lugar de tener chimeneas y emitir gases,
consumen el dióxido de carbono de la atmósfera.
Creo
que estamos cada día más cerca de tener una nueva generación de
industrias que reemplacen paulatinamente a las heredadas de la
Revolución Industrial; será, de alguna manera, la
"industrialización de lo rural", con nuevos productos más abundantes,
más baratos, de mayor calidad y con mucho menos impacto sobre el medio
ambiente.
En
este nuevo paradigma, los desafíos del DS ya no pasan sólo por los
impactos sobre el medio ambiente o lo social, entendidos éstos como los
comprendidos en los "objetivos del milenio", sino por la gobernanza de estas transformaciones.
¿Cómo se tomarán las decisiones, en un mundo más integrado e
interdependiente, para que este proceso sea inclusivo? ¿Quién o quiénes
tendrán la capacidad y responsabilidad de facilitar estos procesos?
Sin dudas, estas tendencias ponen en el centro de la escena al Estado y su capacidad de adaptarse a este nuevo paradigma. De su calidad e inteligencia dependerá que este proceso produzca bienestar amplio y sin fronteras.
Diversos jefes de Estado de América en la reciente Cumbre colocaron claramente este tema en el centro del debate; se
necesita gobernabilidad, basada en consensos, institucionalidad,
previsibilidad y un marco seguro. Hablaron también del pragmatismo en
las acciones de gobierno y de un Estado que se adapte a los cambios;
dijeron que consideran un "buen gobierno" aquel que sea eficiente
(personalmente, creo que hay diferentes formas de eficiencia), eficaz,
transparente y que rinda cuentas a la sociedad.
La responsabilidad de esta transformación en el Estado trasciende a los gobiernos o la clase política e incluye a la sociedad civil en su conjunto, y por supuesto a los empresarios,
que serán los responsables de asumir riesgos, capacidad de inversión y
creatividad frente a los desafíos de este nuevo período. El proceso
debe generar bienes públicos y construir capital social. Los casos de
asociaciones público-privadas pueden ser una buena plataforma para
llevar adelante estas acciones.
Mientras tanto, la agenda social
nos golpea la puerta todos los días: la pobreza estructural, la
informalidad económica con consecuencias sobre el sistema jubilatorio,
la desigualdad y violencia sumadas al delito organizado, la diferencia
de ingresos entre pobres y ricos, los jóvenes que no estudian ni
trabajan, el problema del acceso a la vivienda, la necesidad de una
educación de calidad, cómo crear empleo y sobre todo empleabilidad. La agenda ambiental necesita
acciones conjuntas globales y locales que encuentren soluciones al
cambio climático, la deforestación, el problema del acceso al agua y el
manejo del mar.
El
tratamiento de estos puntos debe acelerarse y profundizarse. Hay
soluciones disponibles, y por eso el desarrollo sustentable debería
trascender la discusión ética y debería colocarse dentro de la agenda
de poder.
Los subrayados son nuestros.
Leer en La Nación.
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