Lejos ya del trazado ideológico propio de los tiempos de la Guerra Fría, donde ser de izquierda era estar de acuerdo con el comunismo y donde era básicamente de derecha quien defendía al sistema capitalista; en un contexto político –Sudamérica y sobre todo, la Argentina de los años mas recientes- en el que tienen preeminencia criterios y valores que se corresponden con lo que tradicionalmente identificamos con posturas progresistas, nos preguntamos ¿qué es la derecha? ¿qué es ser de derecha hoy?
Cuando la dualidad entre mundo capitalista y mundo comunista (dualidad que operaba de hecho en la definición de las identidades políticas, más allá de lo que consideremos acerca de su alternatividad) se deshace, el par derecha/izquierda pierde su anclaje referencial más inmediato y abre un campo de indeterminación en la demarcación de las pertenencias ideológicas. Hoy es mucho más difícil proclamarse anticapitalista de un modo significativo, hoy cuando el medio de acción –para resistir o para festejar- es el capitalismo.
A nivel local, después de la era neoliberal, nos encontramos ante la generalización de un tono político progresista. En Argentina, la etapa de gobierno iniciada en 2003 recuperó muchas de las demandas y las consignas propias de los grupos y movimientos de izquierda durante los 90. Los candidatos de derecha hoy son personajes más bien caricaturescos: López Murphy, Macri, Duhalde, De Narváez. ¿Será la derecha argentina tan débil y tan mediocre como sus candidatos? ¿será que la derecha que cuenta en la política nacional es la que se ubica a la izquierda (Scioli, Urtubey, Masa, etc)? ¿La derecha es algo que esas figuras expresan o se trata de otra cosa, algo que no guarda ya con ellos una relación directa de representación?
¿Podemos decir que lo que comparten los candidatos de derecha es el compromiso con un modelo empresarial/privado de la economía? ¿La derecha estaría formada, entonces, por los empresarios? Hoy nos encontramos con empresarios que financian las estructuras de los espacios que definiríamos como de izquierda, tanto publicaciones y congresos sobre temas sociales como proyectos y políticas que pueden contarse entre las más progresivas de los gobiernos municipales y nacionales. Esta reorientación de las ganancias ¿sigue respondiendo a un modelo de derecha de gestión de los recursos? ¿Sería propiamente capitalista o estaría excediendo ese régimen?
El pensador italiano Toni Negri dice que hoy no hay ya un solo modo de pensar el capitalismo sino que hay tantos capitalismos como formas de economía asumen la propiedad privada como condición absoluta de posibilidad. Es capitalista todo modo de producción que esté centrado en la apropiación privada de los beneficios, que tenga como premisa el derecho a la propiedad privada. Siguiendo esta línea, la desviación de una porción de las ganancias para destinarlo a gasto social o político –cualquiera sea su color- no alteraría la esencia del carácter capitalista de la producción. No sería menos capitalista el empresario que financia las políticas estatales de intervención en la economía, por más redistributivas o progresivas que sean.
En el discurso público domina la idea de que son más de izquierda las economías en las que interviene el Estado y más de derecha aquellas que tienen mayor ligazón con el mercado. Si la derecha se define por una cierta relación con la materialidad, que llamamospropiedad privada, ¿lo que se contrapone a ella es la propiedad estatal? Pensamos –con Negri- que lo que contradice a la propiedad privada es menos lo estatal que lo común, lo que es de todos/as y no puede ser apropiado individualmente. Desde esta perspectiva, tanto las fuerzas del mercado como las del estado pueden reproducir la propiedad privada (o pueden estar estallándola).
Dado que, como el capital, lo común no tiene una forma constante, no se replica igual a sí mismo, puede darse en un resquicio de lo estatal o nacer a partir de una acción del mercado. La participación en la gestación de lo común requiere, entonces, de una receptividad amplia a la complejidad de lo social que se manifiesta. Para ser de izquierda no alcanza con declararse anticapitalista, progresista o comunista, contra el empresariado o contra la propiedad privada. Derecha –dice Louis Althusser- es toda tentativa de modelar idealmente lo real. De derecha es la acción que parte de unas categorías de la pura razón que aspira a dar forma a la realidad en la que interviene, lo cual puede concernir, si bien de maneras diferentes, tanto al empresario más despiadado, como al militante más comprometido.
De acuerdo con este criterio, derecha e izquierda no serían formas de caracterizar a las personas según un cierto código ideológico previo, sino claves para leer las prácticas. Ser de derecha es partir de una cierta estabilidad, de un cierto orden al cual se subordina la multiplicidad de lo concreto-vivo y sus perímetros irregulares, desatendiendo singularidad y la conflictividad del momento, de los interlocutores, de los sentidos en juego. Un desafío para este modo de pensar sería tratar de ubicar a Perón en estos parámetros. ¿Se puede decir que Perón fue más de derecha en su discurso (la comunidad organizada, conciliación de clases) que en las acciones (constitución pragmática de un movimiento heterogéneo y dinámico)? Compuso una doctrina, pero basó su política en una lectura minuciosa de las circunstancias. ¿O bien se puede decir de él lo opuesto: que utilizó una retórica antiimperialista para conducir ese movimiento plural en ciertos dispositivos por él diseñados? Según esta segunda hipótesis el peronismo se jugaría en una dialéctica continua entre forma propuesta por el conductor y desborde de una realidad social siempre más compleja y heterogénea.
Si dejamos de guiamos por una clasificación ideológica a priori, queda el criterio de remitirnos al modo en que se actúa en una situación concreta. Tomemos dos discursos adoptados de Cristina en el contexto del conflicto con el “campo” (exportadores de granos, del 2008): en uno de ellos habló de “piquetes de la abundancia”, abriendo esas palabras una imaginación en términos de lucha de clases y antagonismos sociales. En el otro de sus discursos, inmediatamente posterior, Cristina dijo “nosotros los peronistas inventamos la conciliación de clase”, intentando moderar efectos de desborde. No es de extrañar que estas secuencias hayan dado lugar a corrientes militantes más de izquierda (en base a las primeras palabras) y más moderadas (en base al segundo discurso).
Pero el uso de las palabras puede mostrar algo más. Puede ser índice del paso del tiempo, del sentido histórico y de anacronismos así como puede mostrar una cierta aptitud para realizar lecturas más o menos actualizadas de la trama real de las prácticas. Así, en el mismo conflicto del 2008 el oficialismo habló de una “oligarquía” (y la oposición se refirió al fascismo del gobierno) haciendo gala de un uso del lenguaje que puede resultar hábil para agitar fantasmas de la memoria pero al mismo tiempo contienen una torpeza inherente a la complejización de las dinámicas en curso y los actores concretos. El problema de estos anacronismos no es tanto su remisión a modos contemporáneos de ser de derecha como a la dificultad de crear, a partir del conflicto, verdaderos procesos de politización.
Sin embargo, no resulta fácil considerar que derecha o izquierda surjan espontáneamente de considerar situaciones particulares. Corremos el riesgo de refugiarnos en un atomismo de las acciones particulares. Si bien son más las acciones que los actores quienes pueden ser caracterizado como de derecha o de izquierda, no hay acciones que sean “en sí” de un tipo o de otro. La recuperación de una fábrica por parte de sus trabajadores, por ejemplo, sería una acción de derecha si buscara restituir al trabajo su lugar central en el armado de la sociedad, si se guiara por un ideal del trabajo digno incapaz de problematizar las relaciones de subordinación o explotación que tales relaciones suponen. Si, en cambio, se organizara de acuerdo a las circunstancias de las personas involucradas, si orientara su forma de producción en relación a los diversos tiempos y deseos que convoca, entonces estaría, más bien, dentro del orden de lo que venimos considerando como izquierda.
En términos generales, es difícil pensar una medida de control que no sea desbordada por las prácticas que involucra. Es decir que, si bien a nivel de las acciones individuales podemos observar inscripciones de derecha, en el nivel de las trayectorias (de los encadenamientos de acciones) esa carga se altera continuamente. Volviendo a la definición de Toni Negri, lo común no respeta los ideales capitalistas, así como el capital nunca respetó los ideales de las izquierdas políticas. Ser de derecha estaría vinculado con una lectura de lo común en términos de propiedad privada, una captura de lo múltiple en los términos de lo uno del capital.
En un contexto como el nuestro caracterizado por el aumento del consumo (incluso del consumo para pobres) los grandes actores (las marcas, de los shoping a la salada) protagonizan procesos que no se reducen de ningún modo al mundo político convencional y su simbología en términos de derechas e izquierdas. Nos tienta, en esta línea, definir la derecha “hoy” como un modo de considerar lo real como negocio a controlar (con todo el andamiaje jurídico, tecnológico, político y económico que ese control implica). ¿Resulta esta definición suficiente? Y si la cosa fuese por ahí, ¿es fácil o difícil ser de derecha hoy?
Cuando la dualidad entre mundo capitalista y mundo comunista (dualidad que operaba de hecho en la definición de las identidades políticas, más allá de lo que consideremos acerca de su alternatividad) se deshace, el par derecha/izquierda pierde su anclaje referencial más inmediato y abre un campo de indeterminación en la demarcación de las pertenencias ideológicas. Hoy es mucho más difícil proclamarse anticapitalista de un modo significativo, hoy cuando el medio de acción –para resistir o para festejar- es el capitalismo.
A nivel local, después de la era neoliberal, nos encontramos ante la generalización de un tono político progresista. En Argentina, la etapa de gobierno iniciada en 2003 recuperó muchas de las demandas y las consignas propias de los grupos y movimientos de izquierda durante los 90. Los candidatos de derecha hoy son personajes más bien caricaturescos: López Murphy, Macri, Duhalde, De Narváez. ¿Será la derecha argentina tan débil y tan mediocre como sus candidatos? ¿será que la derecha que cuenta en la política nacional es la que se ubica a la izquierda (Scioli, Urtubey, Masa, etc)? ¿La derecha es algo que esas figuras expresan o se trata de otra cosa, algo que no guarda ya con ellos una relación directa de representación?
¿Podemos decir que lo que comparten los candidatos de derecha es el compromiso con un modelo empresarial/privado de la economía? ¿La derecha estaría formada, entonces, por los empresarios? Hoy nos encontramos con empresarios que financian las estructuras de los espacios que definiríamos como de izquierda, tanto publicaciones y congresos sobre temas sociales como proyectos y políticas que pueden contarse entre las más progresivas de los gobiernos municipales y nacionales. Esta reorientación de las ganancias ¿sigue respondiendo a un modelo de derecha de gestión de los recursos? ¿Sería propiamente capitalista o estaría excediendo ese régimen?
El pensador italiano Toni Negri dice que hoy no hay ya un solo modo de pensar el capitalismo sino que hay tantos capitalismos como formas de economía asumen la propiedad privada como condición absoluta de posibilidad. Es capitalista todo modo de producción que esté centrado en la apropiación privada de los beneficios, que tenga como premisa el derecho a la propiedad privada. Siguiendo esta línea, la desviación de una porción de las ganancias para destinarlo a gasto social o político –cualquiera sea su color- no alteraría la esencia del carácter capitalista de la producción. No sería menos capitalista el empresario que financia las políticas estatales de intervención en la economía, por más redistributivas o progresivas que sean.
En el discurso público domina la idea de que son más de izquierda las economías en las que interviene el Estado y más de derecha aquellas que tienen mayor ligazón con el mercado. Si la derecha se define por una cierta relación con la materialidad, que llamamospropiedad privada, ¿lo que se contrapone a ella es la propiedad estatal? Pensamos –con Negri- que lo que contradice a la propiedad privada es menos lo estatal que lo común, lo que es de todos/as y no puede ser apropiado individualmente. Desde esta perspectiva, tanto las fuerzas del mercado como las del estado pueden reproducir la propiedad privada (o pueden estar estallándola).
Dado que, como el capital, lo común no tiene una forma constante, no se replica igual a sí mismo, puede darse en un resquicio de lo estatal o nacer a partir de una acción del mercado. La participación en la gestación de lo común requiere, entonces, de una receptividad amplia a la complejidad de lo social que se manifiesta. Para ser de izquierda no alcanza con declararse anticapitalista, progresista o comunista, contra el empresariado o contra la propiedad privada. Derecha –dice Louis Althusser- es toda tentativa de modelar idealmente lo real. De derecha es la acción que parte de unas categorías de la pura razón que aspira a dar forma a la realidad en la que interviene, lo cual puede concernir, si bien de maneras diferentes, tanto al empresario más despiadado, como al militante más comprometido.
De acuerdo con este criterio, derecha e izquierda no serían formas de caracterizar a las personas según un cierto código ideológico previo, sino claves para leer las prácticas. Ser de derecha es partir de una cierta estabilidad, de un cierto orden al cual se subordina la multiplicidad de lo concreto-vivo y sus perímetros irregulares, desatendiendo singularidad y la conflictividad del momento, de los interlocutores, de los sentidos en juego. Un desafío para este modo de pensar sería tratar de ubicar a Perón en estos parámetros. ¿Se puede decir que Perón fue más de derecha en su discurso (la comunidad organizada, conciliación de clases) que en las acciones (constitución pragmática de un movimiento heterogéneo y dinámico)? Compuso una doctrina, pero basó su política en una lectura minuciosa de las circunstancias. ¿O bien se puede decir de él lo opuesto: que utilizó una retórica antiimperialista para conducir ese movimiento plural en ciertos dispositivos por él diseñados? Según esta segunda hipótesis el peronismo se jugaría en una dialéctica continua entre forma propuesta por el conductor y desborde de una realidad social siempre más compleja y heterogénea.
Si dejamos de guiamos por una clasificación ideológica a priori, queda el criterio de remitirnos al modo en que se actúa en una situación concreta. Tomemos dos discursos adoptados de Cristina en el contexto del conflicto con el “campo” (exportadores de granos, del 2008): en uno de ellos habló de “piquetes de la abundancia”, abriendo esas palabras una imaginación en términos de lucha de clases y antagonismos sociales. En el otro de sus discursos, inmediatamente posterior, Cristina dijo “nosotros los peronistas inventamos la conciliación de clase”, intentando moderar efectos de desborde. No es de extrañar que estas secuencias hayan dado lugar a corrientes militantes más de izquierda (en base a las primeras palabras) y más moderadas (en base al segundo discurso).
Pero el uso de las palabras puede mostrar algo más. Puede ser índice del paso del tiempo, del sentido histórico y de anacronismos así como puede mostrar una cierta aptitud para realizar lecturas más o menos actualizadas de la trama real de las prácticas. Así, en el mismo conflicto del 2008 el oficialismo habló de una “oligarquía” (y la oposición se refirió al fascismo del gobierno) haciendo gala de un uso del lenguaje que puede resultar hábil para agitar fantasmas de la memoria pero al mismo tiempo contienen una torpeza inherente a la complejización de las dinámicas en curso y los actores concretos. El problema de estos anacronismos no es tanto su remisión a modos contemporáneos de ser de derecha como a la dificultad de crear, a partir del conflicto, verdaderos procesos de politización.
Sin embargo, no resulta fácil considerar que derecha o izquierda surjan espontáneamente de considerar situaciones particulares. Corremos el riesgo de refugiarnos en un atomismo de las acciones particulares. Si bien son más las acciones que los actores quienes pueden ser caracterizado como de derecha o de izquierda, no hay acciones que sean “en sí” de un tipo o de otro. La recuperación de una fábrica por parte de sus trabajadores, por ejemplo, sería una acción de derecha si buscara restituir al trabajo su lugar central en el armado de la sociedad, si se guiara por un ideal del trabajo digno incapaz de problematizar las relaciones de subordinación o explotación que tales relaciones suponen. Si, en cambio, se organizara de acuerdo a las circunstancias de las personas involucradas, si orientara su forma de producción en relación a los diversos tiempos y deseos que convoca, entonces estaría, más bien, dentro del orden de lo que venimos considerando como izquierda.
En términos generales, es difícil pensar una medida de control que no sea desbordada por las prácticas que involucra. Es decir que, si bien a nivel de las acciones individuales podemos observar inscripciones de derecha, en el nivel de las trayectorias (de los encadenamientos de acciones) esa carga se altera continuamente. Volviendo a la definición de Toni Negri, lo común no respeta los ideales capitalistas, así como el capital nunca respetó los ideales de las izquierdas políticas. Ser de derecha estaría vinculado con una lectura de lo común en términos de propiedad privada, una captura de lo múltiple en los términos de lo uno del capital.
En un contexto como el nuestro caracterizado por el aumento del consumo (incluso del consumo para pobres) los grandes actores (las marcas, de los shoping a la salada) protagonizan procesos que no se reducen de ningún modo al mundo político convencional y su simbología en términos de derechas e izquierdas. Nos tienta, en esta línea, definir la derecha “hoy” como un modo de considerar lo real como negocio a controlar (con todo el andamiaje jurídico, tecnológico, político y económico que ese control implica). ¿Resulta esta definición suficiente? Y si la cosa fuese por ahí, ¿es fácil o difícil ser de derecha hoy?
Es importante recordar que nuestros conceptos de derecha e izquierda están inextricablemente ligados desde su concepción a una idea muy fuerte de Progreso. Tanto el marxismo como el capitalismo en sus múltiples variantes suscribían (suscriben aun, supongo) a la noción de que la Humanidad Avanza y difiriendo sobre el destino final y el camino a seguir.
ResponderEliminarSi bien las circunstancias que nos trajeron a las Izquierdas y las Derechas cambiaron sustancialmente es útil todavía hacer la distinción, siempre que recordemos que los ejes relativamente simples que la definían fueron reemplazados por un espacio multidimensional.
Así, entonces, al hablar de izquierdas y derechas actualmente es de vital importancia saber qué distinción estamos buscando hacer. ¿Privado vs Común? ¿Libertad vs Orden? ¿Capitalismo vs No-Capitalismo? ¿Solidaridad vs Depredación? ¿Me-Gusta vs No-Me-Gusta? ¿Nosotros vs Ellos?
Quizás sea de mayor urgencia que preguntarse qué es la Derecha el entender las nuevas dinámicas de generación de riqueza y de acumulación de Capital, que han cambiado profundamente en las últimas décadas, y repensar nuestros modelos mentales en ese sentido como precondición para cualquier pensamiento o práctica significativa. Sin ir mas lejos encontré un articulo interesante sobre el concepto de capital: http://dissidentvoice.org/2010/05/capital-as-power/
Que espero que encuentren interesante.
Sol Invicto
Qué grande que alguien firmara, el 11 de mayo de 2011, con una firma tan críptica a la par que tan premonitoria como "Sol invicto".
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