4 de julio de 2012

Las legitimidades políticas de Cristina


La presidenta concentra en su figura una legitimidad descomunal. Esto en sí mismo no constituye problema alguno. Sin embargo, comienza a serlo cuando surge la pregunta por la sucesión. La hipótesis que nos proponemos examinar es la siguiente: la hiper-legitimidad presidencial puede ser comprendida a partir de procesos diversos (crecimiento económico, aumentos de consumo, proyección afectiva sobre su historia personal y familiar, efectivización de derechos sociales y humanos, etc). La convergencia de todos estos procesos sobre un mismo punto puede en ocasiones bloquear la transferencia de legitimidades a eventuales sucesores.

En la figura de Cristina convergen una serie de elementos que la invisten de una legitimidad desproporcionada en relación a con cualquier otro actor de la vida política del país. ¿Cuáles son las legitimidades que reúne?

Si hacemos un recorrido por las medidas más reconocidas de la gestión presidencial podemos enumerar series diferentes como por ejemplo: gestos de heterodoxia económica (desendeudamiento externo, expropiación de YPF); de una ampliación de los derechos civiles y sociales (ley de matrimonio igualitario, ley de identidad de género, asignación universal por hijo, Argentina trabaja, etc.). Hay una variable que anuda estos dos conjuntos de decisiones: el consumo.

No queremos cerrar un círculo tan chico. Hay muchas otras cosas. Hay una zaga familiar; a atributos personales; hay también una realidad regional, en fin, lo concreto siempre es múltiple y no pretendemos agotarlo. Pero encontramos en el consumo un término particularmente relevante, dado que la propia presidenta ha declarado recientemente que “capitalismo es consumo”. De hecho, una de los factores que más se le reconocen a la gestión actual es la de promover y sostener una generalización del consumo como pilar del modelo económico.

Este pilar concierne también a las condiciones de gobernabilidad: el mundo del consumo considerado como un valor en sí mismo, más que como un correlato de la producción y el trabajo, se dirige a universos sociales diferenciados, y abarca a los desocupados, a los jubilados, a los niños, a las amas de casa.

Se promueve la participación de los diferentes sectores de la sociedad en el mercado a través del consumo, privilegiando la forma mercantil de circulación de bienes sobre otras formas posibles. Se refuerza y expande un modo de relación social mediada por la mercancía.

Cristina puede ser al mismo tiempo la abanderada de los consumidores (recordar No seas rata rodolfo) y la líder de las nuevas militancias juveniles, mientras se proyecta a nivel global como la mayor crítica de las propuestas de ajuste; la garante de los derechos humanos y la única capaz de llamar al orden a los gobernadores de las provincias y a los intendentes del conurbano o a los sindicalistas; a la vez que es madre y viuda reciente de su compañero de toda la vida.

¿Qué otra figura política encarna hoy una complejidad similar? ¿Qué dificultades trae aparejada esta multi-dimensionalidad a la hora de transferir su legitimidad a algún sucesor?

En el Brasil, Lula, en circunstancias similares eligió a quien delegarle la autoridad que los brasileños le reconocen. Dilma Rusef era una de sus ministros. Y a pesar de la oposición del PT, Lula logró transferir con éxito parte de su legitimidad a la actual presidenta en Brasil. En Ecuador, Venezuela y Bolivia aún no se ha resuelto el tema de la sucesión. Pero en la Argentina, la imposibilidad legal a la re-relección parece acelerar los tiempos.

Quizás el Gobernador bonaerense Daniel Scioli encarne este intríngulis como ningún otro. Cuando hace unos meses expresó sus aspiraciones presidenciales para las próximas elecciones, el kirchnerismo salió a criticarlo duramente. “No es tiempo de hablar de 2015”, le respondió en los medios su vice, Gabriel Mariotto (“la presidenta dará las instrucciones, ella es quien decide”). Visto como enemigo por el kirchenrismo, Scioli, sin embargo, se propone a sí mismo como su heredero natural. ¿Pero se puede prohibir la candidatura de Scioli sin poseer un candidato más potente para sacarlo de la cancha?

La decisión de Cristina tendrá su antesala en las elecciones legislativas de 2013. Hoy la alternativa a la sucesión sciolista puede ser un Congreso con una amplia mayoría oficialista, que vote la re-reelección de la presidenta. Un tercer escenario podría ser el de un candidato joven, y quizás a eso aspire el kirchenrismo al privilegiar el espacio asignado a la Cámpora en el gobierno. Sin embargo, los jóvenes K con visibilidad hasta el momento no se caracterizan por sus virtudes políticas.

En el último tiempo la juventud proveniente de los derechos humanos, que tomó protagonismo en los primeros años del kirchnerismo, está siendo desplazada por jóvenes ligados a las ciencias económicas, con un perfil cada vez más administrativo. Si las legitimidades que condensa la presidenta no parecen transferibles más que de una en una y su articulación depende de una destreza de corte claramente político, una juventud limitada a gestionar y obedecer ¿qué capital político estaría en condiciones de heredar? ¿Será, entonces, Scioli el único heredero legítimo? 

Salvo que la presidenta elija el camino de una reforma constitucional, se verá obligada a enfrentar el dilema de la sucesión, íntimamente ligado con el de sus legitimadades. Mientras tanto, ya ha decidido que Scioli no es su candidato “natural”, seguramente en las próximas semanas se vea invitada a explicar por qué.

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